Globosas,
grandes, rugosas y de un naranja intenso y brillante que casi hacía
daño a los ojos. Millones de ellas, colgando plácidamente de miles
y miles de arboles dispuestos en perfectas filas. Fila tras fila,
columna tras columna, hasta donde alcanza la vista. Arboles redondos,
frondosos, cargados de fruta. Un gigantesco campo de naranjas...
Y ni un solo ser humano cerca. De hecho no se ve tampoco ningún animal. Todo perfectamente mecanizado y automatizado: desde la detección del stress hídrico, hasta la fertirrigación por goteo, pasando por la fumigación, poda y recogida robotizadas...
Y ni un solo ser humano cerca. De hecho no se ve tampoco ningún animal. Todo perfectamente mecanizado y automatizado: desde la detección del stress hídrico, hasta la fertirrigación por goteo, pasando por la fumigación, poda y recogida robotizadas...
Vigilado
las 24 horas del día, todos los días, mediante aerobots dotados de
cámaras, sensores de movimiento, calor, sonido, y que se yo...
Y
si hay problemas entonces ya sale la artillería pesada: Robots
equipados con munición calibre 50, capaces de alcanzar un objetivo a
3 kilómetros; con tasers que descargarán 50.000 voltios sobre ti si
estás a menos de 10 metros.
Y
alrededor de este descomunal huerto deshumanizado: Alambradas. Sin
carreteras. Sin puertas de acceso (creo que deben utilizar túneles)
para no contravenir el dicho. Sólo alambradas de espino, de 10
metros de altura, electrificadas, apoyadas sobre postes de acero.
Alambradas que nos dejan ver el interior, pero sin poder acercarnos,
para que siempre recordemos cual es nuestro sitio en el mundo.
Y
alrededor de las alambradas gente harapienta, mugrosa, como yo; entre
montañas de basura, entre ratas. Gente que nunca pensó que en
Valencia nos iban a faltar naranjas (ni que a los pescadores del Nilo
les faltaban las percas).
¡Y
ya van 17 años sin probarlas! Tan dulces, tan refrescantes, con esa
suave pulpa y ese punto ácido que las hace tan deliciosas. Para
morderlas o para exprimirlas. Crudas o en confitura... Lo que daría
por comerme una si tuviera algo que dar aparte de ironía y pulgas.
Pulgas, muchas y muy gordas. Ironías tan sólo una. ¡Pero que
ironía! No sé si ácida o amarga. ¡Pero que ironía! Que no tenga
mas camiseta que ponerme que una que lleva impreso a Naranjito.
Después de un día difícil, "paradójicamente" me ha hecho sonreír....
ResponderEliminarMe alegro... :))
ResponderEliminar