El
despertador le avisó de que esa mañana le traerían el nuevo
lavavajillas. De viva voz pidió tostadas y café; en diez minutos.
Mientras se dirigía a la ducha recordó una foto de un viejo
lavavajillas que había visto de niño: un cubo donde se metían
platos, cubiertos y cacharros; y que según leyó en algún lugar no
siempre cumplía con su misión. Debían funcionar con agua a presión
o algo así, pensó.
Al
tiempo que se frotaba enérgicamente el cuerpo con la esponja siguió
dándole vueltas a lo del lavavajillas. Tenía garantía de 10 años
siempre y cuando se siguiesen las instrucciones de uso. Era muy raro
que se averiaran salvo accidente fortuito o uso no adecuado (término
educado para referirse a ciertas prácticas abyectas de, estaba
claro, enfermos mentales). De hecho duraban tanto que había un
floreciente mercado de lavavajillas de segunda mano. La gente se
cansaba pronto y deseaba modelos nuevos. El ya había tenido tres de
segunda mano; pero esta vez quería, y podía permitirse, uno a
estrenar.
Enfrascado
en sus pensamientos se dio cuenta de que ya había salido de la ducha
y estaba secándose. Desnudo se dirigió al salón. El café estaba
medio frío y las tostadas un poco duras. Comió con resignación.
Esto no iba a pasar de hoy, así que tampoco le quiso dar más
vueltas. Cuando terminó se recostó en su sofá y encendió la
pared frontal.
Canal
electrodomésticos; instrucciones. Lavavajillas “taboro”, modelo
express-siete – dijo en voz alta. Las imágenes fueron cambiando
hasta mostrarle en pantalla la portada del manual. ¿Que tipo de
acceso desea? - una voz sonó cercana a la vez que ilocalizable.
Pensó
que le gustaría tener uno de esos hologramas 3D que tanto éxito
estaban teniendo entre la gente con dinero. Eso si que “personalizaba
una casa”. Quiero un resumen de audio y vídeo de unos 15 minutos –
dijo mirando a un punto vacío del salón en el que su fantasía
situaba a un voluptuoso holograma.
El vídeo empezó y durante un cuarto de hora relajó su mente escuchando
las lindezas del producto que había adquirido. Lavaba los platos,
cocinaba, limpiaba la casa, hacía la cama, y un montón de cosas más
que nunca sabría cuando le podían hacer falta. Había hecho una
magnífica compra y eso le hacía feliz. Era un modelo que había
salido recientemente al mercado, y uno de los más completos si
excluíamos... Lo mejor era su consumo: una sola dosis de x-sugar por
la noche y listo. Definitivamente era una gran compra. ¡Ah! Y de
regalo las 20 primeras dosis.
No
bien acababa el vídeo, con las típicas palabras de agradecimiento al
cliente, éste fue interrumpido por el aviso de que en su puerta
esperaba su nuevo lavavajillas. Estos de “taboro” cada vez eran
más rápidos. Salió corriendo hacía la puerta y allí vio: su
nuevo lavavajillas. Lo hizo pasar emocionado e inmediatamente lo puso
a trabajar. Era impresionante ver lo bien que funcionaba.
Se
pasó toda una hora contemplándolo absorto. Luego perdió el interés
y se puso a ver un documental del Canal Histórico13, casualmente
trataba de las distintas visiones del ser humano acerca de sus
congéneres a lo largo de la historia. Era gracioso, cuanto menos
chocante: y pensar que una persona de dos siglos atrás al ver su
lavavajillas hubiera muy erróneamente pensado que estaba viendo a un
niño esclavizado con un extraño artefacto en la cabeza. Como
cambiaban los tiempos, pensó mientras sonreía, y a mejor... que se
lo dijeran a el con su nuevo lavavajillas... de viva voz le dijo que
dejara lo que estuviera haciendo y se pusiera a limpiar los baños.
...robota
robot...
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