La
delicada naturaleza de la conversación que voy a relatar a
continuación me previene de dar nombres o fechas, así como
cualquier otro detalle que pudiera indicar al lector el lugar y
momento exacto en el que tuvo lugar. Con ello no sólo pondría en
peligro mi vida, sino la de los que me rodean y, no obstante, no creo
que estos datos hicieran mi relato más creíble.
Baste
decir que todo lo que a continuación a leeréis se dijo en una
reunión de primer nivel a la que asistieron las más altas
personalidades mundiales: multimillonarios, jefes de estado,
presidentes de multinacionales y agencias de calificación,
banqueros, especuladores, estrellas del cine y la televisión,
cantantes y algún que otro periodista.
Las
medidas de seguridad eran impresionantes, aunque nada que no se
hubiera podido ver en anteriores ediciones del G-7, Davos o
Bilderberg ; helicópteros, blindados, cazas sobrevolando el espacio
aéreo, miles de policías y militares patrullando (tanto uniformados
como de paisano), efectivos de distintas agencias de inteligencia
haciendo dios sabe que, francotiradores, skybots; todo y todos con la
sola misión de proteger a los reunidos... y entre ellos yo.
Tengo
en gran aprecio la vida, y por tanto debéis perdonar nuevamente que
sea muy vago acerca de mi persona. Es suficiente con que sepáis que
estaba invitado, y que, a pesar de ello, y al igual que un reducido
grupo, no comparto las opiniones de la mayoría de los asistentes.
También os puede interesar el saber que más que para dar a conocer
mi opinión, estaba allí para enterarme de la de los demás y,
después, actuar en consecuencia (como así he hecho, pues mi
valentía no llega a desobediencia).
Si
el exterior parecía una cárcel de máxima seguridad sacada de una
película de ciencia ficción, el interior no se le quedaba a la
zaga, aunque en un sentido muy distinto. Un palacio digno de zares,
con techos que superaban los diez metros de altura, y paredes
cubiertas de obras de arte cuyo precio no hubiera bajado de los diez
millones. Fuentes y jardines interiores. Salas de conferencias, de
exposiciones, de relax. Efebos y ninfas complacientes para
satisfacción de todas y todos los asistentes. Lujo, champán y
desenfadadas conversaciones en las que se alababa al personaje de
turno, se urdían nuevas leyes internacionales, se decidía el
destino de uno o varios países, o simplemente se discutía sobre el
futuro del 98 % de la humanidad.
La
conversación que yo escuché pertenece a este último grupo, y fue
mantenida entre el que en ese momento era el presidente de la nación
más poderosa del mundo, y dos de los hombres más ricos e
influyentes del planeta. Desgraciadamente el único soporte de ella
que tengo es mi memoria (aunque he de confesaros que es
extraordinariamente buena); ningún dispositivo electrónico funciona
dentro de esos muros.
Así
pues paso a relatar lo que oí...
- ¿Y
dice usted que no queda más remedio?
- Se
lo aseguro, señor presidente, es la mejor opción. El MIT tiene un
halo de rebeldía que no le conviene...
- Sea
entonces; que estudie en Harvard. Le diré a su madre que la haga
entrar en razón...
- Una
decisión muy acertada señor presidente. Todo lo que haga su hija a
partir de ahora influirá en su trayectoria política; y como usted
sabe nosotros, creo que hablo por los dos, sólo queremos lo mejor
para usted...
- Por
supuesto, por supuesto; siempre que tome las decisiones “acertadas”.
¿Verdad?
- Vamos,
señor presidente, no lo vea así. Usted sabe lo que es la política.
Son las decisiones que más convienen a la raza humana en su
conjunto...
- Claro.
Claro. Y ustedes son los baluartes de esa raza.
- Ya
lo hemos discutido con anterioridad, señor presidente. Es un hecho
objetivo que no hay suficientes recursos en el planeta para que toda
la humanidad se convierta en clase media. Simplemente no los hay. Es
pura matemática.
- La
gente tiene que acostumbrarse a vivir con menos. En un mundo global
no puede haber regiones ricas y pobres. La riqueza tiene que estar
uniformemente repartida.
- ¡Ja!
Si eso fuera verdad ustedes no serían cada vez más ricos, ni
acumularían más privilegios.
- Ustedes,
nosotros, señor presidente; ¿realmente hay diferencia? Ambos,
mejor dicho, los tres, sabemos que “la gente” es incapaz de
hacer un uso racional de su existencia, de sus recursos. Necesitan a
líderes como nosotros para que los dirijan; nos necesitan. No somos
más que pequeñas anormalidades que no afectan al sistema.
- ¿Usted
cree? Yo sólo veo que hemos generado una crisis económica mundial,
y que mucha gente lo está pasando cada vez peor... y encima lo de
la guerra...
- Señor
presidente, usted sabe que redistribuir la riqueza no será
suficiente. El peligro de un cambio climático es cada vez más
evidente; y el fin de los recursos petrolíferos se acerca a pasos
agigantados.
- No
sólo es la industria energética; es la química la que es
insustituible. El colapso del sistema tal y como lo conocemos es
inevitable...
- No
nos queda otra. ¡Hay que reducir el consumo sin que la economía se
vea afectada! ¡Hay que reducir la población mundial! Y eso,
actualmente, sólo se puede conseguir mediante tres medidas. Uno:
dificultar el acceso a los recursos y servicios básicos; aumentando
de este modo la mortandad tanto infantil como en ancianos. Dos:
crear un estado de pesimismo y miedo generalizado que conduzca a la
población hacía una docilidad absoluta; así serán más fáciles
de tomar posteriores medidas. Y tres: iniciar una guerra global que
polarice el mundo; esta última, sin duda, la más interesante, pues
los objetivos son múltiples: población, recursos, control, etc.
- Ya
me conozco la cantinela. No la repita. No por ello me gustará más.
Sé cuales son mis obligaciones para con mi país y cual es la hoja
de ruta a seguir.
- Es
más que eso, presidente; usted tiene una obligación para con el
mundo. Las medidas son duras; y es indudable que sus consecuencias
serán devastadoras. Pero serán controladas por nosotros, y hasta
cierto punto mitigadas. Es la mejor opción.
- Ya.
Y no podemos dejar que las cosas sigan su curso natural...
- ...porque
entonces la humanidad está avocada a su extinción. ¿Duda ahora?
- No
dudo. Sólo reflexiono.
- Es
la responsabilidad moral de todos los asistentes el hacer algo.
Tenemos la obligación como próceres de nuestro tiempo. No podemos
dejar que todo se venga abajo sin más...
- Sin
duda. Sin duda. Y si eso les favorece un poco más a ustedes...
- Nosotros
no hemos inventado el mundo. Nos limitamos a jugar nuestro papel.
Juegue usted el suyo. ¡Saldremos de ésta!
- No
somos nosotros los que me preocupan. Son el resto.
- El
resto no se enterará de nada. Será como una intervención
quirúrgica. La gente siempre ha muerto, señor presidente; siempre
ha habido ganadores y perdedores.
- No
podemos evitar la catástrofe, pero si encauzarla.
- Sólo
espero que no se equivoquen, señores; y que Dios se apiade de
nosotros...
- Caballeros,
creo que esta conversación esta tomando derroteros demasiado
siniestros. Quizá deberíamos dejar el asunto para otro momento.
- Sí,
ya discutiremos los resultados conforme vayan llegando.
- Por
cierto, señor presidente. Su hija es de la edad de la mía.
¿Verdad?
- Sí,
está en lo cierto.
- Entonces
sin duda estará invitada a su puesta de largo...
La
conversación continuó por derroteros más mundanos, que poco nos
interesan; así que aquí la dejamos. De todas formas yo pude
escuchar poco más, pues fuimos discretamente avisados de que la cena
estaba dispuesta.
Estos
y otros, aún más oscuros, planes fueron urdidos por distintos
individuos y grupos de interés en aquella macabra reunión que duró
todo un fin de semana. La reunión se ha repetido muchas veces.
Siempre públicamente, sin esconderse. Se repetirá muchas más. Y
mientras, la hoja de ruta se irá cumpliendo.
Yo,
entre reunión y reunión, iré siguiendo el guión. Viviendo en el
lujo y la mentira. Asfixiando mi culpa con dinero y champán.
Haciendo tonterías como ésta para satisfacer mi conciencia.
No
os creáis nada. Todo lo que os he contado es mentira. Yo soy
mentira. Y vosotros pronto seréis pasado...
solo tenés que decir NO, unirte a los buenos y levantarte por el bien de la humanidad, con todo el coraje que puede tener la verdadera integridad de SER HUMANO
ResponderEliminar¡Así se habla!
ResponderEliminarLa primera vez que lo leí, establecí se tratase de una licencia onírica por su parte, luego, luego me sentí bobo, desprovisto de todo raciocinio por creer en el garante político, en el triunfador, en el experto… en su recta moral gregaria devenida por texto divino o científico… un imbécil al que solo queda resistir bajo el manto de la idea y la brújula del método que le guie a destino.
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