El
hombre, sueco o
finlandés,
no hablaba español, pero eso no importa cuando eres una puta y se te
acerca un tipo con un billete de veinte euros en la mano...
— ¡Dogui-estail!
¡Doguiestail!
— repetía, borracho, con una estúpida sonrisa en la boca. Sonreí
mientras le contestaba. — ¡Yes! ¡Yes,
darlin!
— le cogí el dinero y luego la mano, y lo conduje hasta un seto
del parque.
Miré
que nadie nos viera; me subí la minifalda y me puse a cuatro patas.
Por veinte jodidos euros no había preámbulos; pero el puto borracho
no atinaba ni a bajarse la bragueta. Al final lo tuve que ayudar...
Pensaba
que iba a tener suerte, que no podría tener una erección: me
equivoqué; se ve que había tomado alguna pastillita. Y encima la
tenía grande.
Volví
a mi posición. Primero intentó meterla por donde no debía; como no
pudo, se conformó con lo que había pagado. Me hizo mucho daño
(otro animal más). Gemía como un cerdo a punto de morir asfixiado,
el muy cabrón. Cuando acabó me escupió, se levantó, y se fue
haciendo eses. Mientras le miraba me limpié con una toallita.
Sangraba un poco. Aquel tipo moriría en unos días, entre nueve y
dieciséis, que es lo que tarda en desarrollarse la fiebre
hemorrágica de Marburgo...
¿A
quién le importa? ¿Debo sentir pena él? ¿Sintió alguien pena por
mi cuando me mandaron en viaje de negocios al Congo? ¿Cuando me
despidieron el mismo día que me comunicaron que estaba infectada?
¿Cuando perdí mi casa? ¡A la mierda!
Eche
a andar. Con los veinte euros que había sacado podría comprar un
bote de leche preparada para mi bebé. Ella no está enferma. Y,
bueno, yo tampoco; sólo soy portadora...
Relato negro, negro... da que pensar.
ResponderEliminarYo si fuera ella hubiera sido muuuuuuuy cariñosa con el banquero que me quitó la casa.
Gracias... si da que pensar he conseguido lo que quería...
ResponderEliminarTus relatos siempre dan que pensar.
ResponderEliminarEnhorabuena (one more time)
¿No haría yo lo mismo?
ResponderEliminarFijo que si.
Estremecedor...
ResponderEliminar